Caralvá
El 6 de septiembre de 2007 este prestigioso periódico CoLatino publicó el artículo: Fenómenos Naturales y el 10 de julio de 2009 : Tragedia en la Colonia Málaga, ambos tocan el punto de la Racionalidad Pública, condición que de nuevo es oportuna incluirla en medio de la tragedia nacional del 08 de noviembre de 2009, puesto que de no reflexionar sobre el tema, continuaremos repitiendo esta historia hasta el infinito.
Es el momento de proponer una institución nacional que en forma permanente: proponga, investigue o brinde soluciones para prevenir y minimizar la acción de los desastres naturales como: terremotos, tormentas tropicales, pandemias o cualquier fenómeno que constituya un peligro nacional de consecuencias masivas.
Acostumbrados a lo “inmediato” ese vicio que deja por fuera la visión estratégica, se olvida que cada temporada de huracanes, viviremos la zozobra de estos trágicos acontecimientos.
Se puede argumentar que no existe defensa contra un impacto como un terremoto, un huracán, un maremoto, epidemias, pero las calamidades hacen visibles nuestros puntos débiles en infraestructura o sociales, el impacto de estos fenómenos desnuda la severa diferencia de los intervalos tolerables socioeconómicos de nuestra sociedad. Desafortunadamente la intemperie de los ciudadanos más pobres, es una consecuencia de la Racionalidad Pública de los gobernantes, los cuales también son producto de esos viejos conceptos, por esta razón se deben reducir las diferencias catastróficas socio-económicas entre los ciudadanos e impulsar una institución que evalué los potenciales riesgos naturales en la nación.
Si las condiciones de fragilidad y riesgo habitacional son producto del subdesarrollo, es el momento de cambiar la historia.
Se requiere un pacto de la clase política para impulsar un acuerdo en relación al tema.
A lo mejor es tarde indicar estos parámetros, pero mucha de la pobreza es una herencia impuesta por estructuras que reproducen aquella famosa “causalidad circular” o círculos viciosos, donde la pobreza esclaviza a las poblaciones desde sus propias áreas habitacionales riesgosas, lo cual debe finalizar.
Es notoria la ausencias de ordenamientos jurídicos y patrones ético-culturales de nuestra sociedad en relación al tema de desastres naturales, no pasamos del momento emotivo al compromiso de largo plazo, que implique la racionalidad pública con vigilancia ciudadana surgido a partir de un acuerdo de la clase política, como herramienta para responder a los fenómenos cíclicos de nuestra nación.
Es el momento de reflexionar sobre la herencia de estructuras negativas que propician el subdesarrollo nacional, herencia nada fácil de cambiar, pero son los desastres naturales los encargados de recordarnos nuestra fragilidad en el contexto social y es un deber prevenirlos.
Los desastres naturales nos llaman a la solidaridad y al fortalecimiento de la democracia, que en los momentos actuales debe ser la única bandera nacional.
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